A medida que la enfermedad va avanzando estos enfermos se van volviendo como niños y dicen lo que piensan y también expresan sus sentimientos de manera clara y directa ya que tienen la sensibilidad a flor de piel.
Mi madre actuaba así, en una ocasión estaba paseando con ella por los pasillos de la residencia y pasó uno de sus cuidadores, que era una persona de una constitución gorda y fuerte; cuando mi madre lo vio me dijo en un tono de voz alto y un poco despectivo, de tal manera que esta persona lo pudo oír,: “mira, este hombre está gordo como un cerdo”. Yo me sentí muy violenta ante la declaración rotunda y contundente de mi madre, pero no hice ningún comentario porque intuía que cualquier cosa que dijera ella reafirmaría aún con más fuerza lo que había dicho.
En otra ocasión mi hermana que se ocupaba de ella durante aquel fin de semana la llevó a su casa y para distraerla la llevó a una iglesia para seguir la misa, ya que mi madre era creyente y pensó que le gustaría asistir.
Entraron en la iglesia y se sentaron en la primera fila. El cura estaba haciendo un sermón y hablaba en un tono de enfado y parecía que estaba regañando a los feligreses; en un momento determinado mi madre se levantó y en un tono alto de voz le dijo a mi hermana: “Antonia, vámonos porque este señor es muy mal educado”, refiriéndose al sacerdote que oficiaba la misa; mi hermana estaba avergonzada por lo que acababa de decir nuestra madre, ya que el orador que daba la charla lo pudo escuchar y también muchos de los feligreses, por ello, mi hermana decidió marcharse para que no hiciera alguna otra afirmación más contundente.
En otra ocasión en que yo me ocupaba de ella durante el fin de semana, la llevé a ver el mar en mi coche, durante el viaje estaba muy nerviosa y de muy mal humor, pero cuando llegamos y vio el mar me dijo con una expresión de sorpresa y entusiasmo; “Oh que bonito, esto sí que me gusta”. Desde aquel momento le cambió su estado de ánimo y se relajó.
Yo llevaba dos sillas de camping plegables y fuimos caminando por la arena hasta cerca de mar y allí nos sentamos. Mi madre estaba encantada contemplando el mar y escuchando el ir y venir de las olas. Pasamos un rato muy agradable, ella no decía nada porque estaba absorta en la grandeza y la belleza del mar y el sonido tan agradable de las olas que iban y venían que la relajaban completamente
A partir de esta experiencia tan agradable, siempre que pasaba con ella el fin de semana procuraba llevarla al mar porque sabía que ella lo disfrutaría mucho y pasaríamos un buen rato.
En otra ocasión, mi madre estaba en casa de mi hermano y vio los cuentos de sus hijos y dijo: “esto es lo que yo necesito” y entonces con la compañía de un adulto empezó a hojear los cuentos, entonces mi cuñada nos dio unos cuantos de ellos para que o bien yo o la cuidadora los hojeara con ella cuando le apeteciera.
Como conclusión quiero decir que los enfermos de Alzheimer y de otras demencias se manejan con este nivel de coherencia entre lo que piensan, dicen y hacen y ellos se sienten muy bien manifestándose de manera tan directa. Cuando se expresan así es importante que el cuidador no intente corregirlo, sino que le siga la corriente, ya que para el enfermo esta coherencia que expresa, es su verdad sin filtros, al igual que les pasa a los niños que dicen lo que piensan y sienten en cada momento.
Benditos sean estos enfermos que nos muestran lo que piensan de una manera tan limpia, pura e inocente. Ya que los adultos movidos por las reglas y normas sociales hemos perdido esta inocencia y la mayoría de las veces lo que decimos no nos sale de corazón, sino de una mente que ha estado manipulada por las creencias y normas sociales que nos han inculcado des de pequeños y nos cuesta mucho ser coherentes con lo que pensamos, decimos y hacemos.
20 de septiembre de 2024