Del silencio que quiero hablar no es aquel en el que estamos discutiendo con alguien y se produce un silencio tenso que nos hace sentir incómodos o en una reunión en la cual ante una situación violenta todos nos quedamos en silencio, o cuando nos preguntan algo y no sabemos qué contestar y en este momento se crea una pausa silenciosa embarazosa etc., en cualquiera de estos casos o en otros parecidos nuestra mente no está tranquila sino al contrario muy agitada.
Quiero compartir como en algunas ocasiones experimento el silencio enriquecedor que me conduce a un crecimiento personal. Muy a menudo el silencio me habla cuando estoy conectada conmigo misma, con esta parte de mi interior en donde no hay ruido y en el que no me siento sola sino al contrario me siento muy plena; es un estado en el cual experimento como si dentro mío lo tuviera todo: el amor, la felicidad, la paz, la abundancia y la compañía.
Cuando consigo permanecer en este estado es maravilloso porque puedo estar escuchando a alguien que me explica una situación en la que la persona necesita que se le preste toda la atención y sentir un gran paz silenciosa; es entonces que desde este estado la puedo escuchar y entender profundamente ya que soy capaz de captar todos los detalles de su situación y también la expresión de su rostro, de esta manera me pongo en su lugar y siento empatía por lo que me está compartiendo ya que para esta persona es muy importante lo que me está contando y desde esta actitud mía puedo ayudarla, a lo mejor no diciendo nada y solo acompañándola o bien estableciendo con ella un diálogo enriquecedor y sanador.
También siento que el silencio me habla cuando estoy en la naturaleza. Cuando camino por el bosque y escucho el canto de los pájaros que con sus melodías armónicas me alegran el paseo. Cuando escucho el sonido del agua de los ríos o riachuelos que me voy encontrando. Cuando siento que el sol me acaricia y me llena de energía, lo cual me hace sentir que este astro me quiere y me cuida. Cuando me acerco a un árbol y hablo con él. Cuando puedo sentir bajo mis pies la fuerza de la tierra al caminar descalza ya que me queda impregnada su energía en mi cuerpo la cual va subiendo por mis piernas hacia arriba. Cuando hablo con las plantas que me voy encontrando por el camino y las que tengo en mi balcón y me parece que todas ellas están contentas cuando las tengo en cuenta y dialogo con ellas mientras paso por su lado.
Cuando voy a la playa y me encuentro con mi gran amiga, la mar, me encanta sentarme cerca del agua y contemplarla, observo las olas que de manera rítmica van y vienen con armonía y le doy las gracias al agua por todo lo que me aporta y la bendigo. Me encanta pasear descalza por la orilla del mar mientras las olas me van acariciando mis pies descalzos y aprovecho para estar en silencio mientras contemplo la inmensidad del mar y el horizonte tan lejano; aunque lo más hermoso para mi es la salida del sol en los amaneceres de verano, en los que el sol, de manera lenta y ceremoniosa, va saliendo poco a poco con parsimonia y elegancia; me encanta contemplar este espectáculo matutino, especialmente cuando no hay nubes y puedo percibir plenamente su inmensidad; es entonces cuando mi corazón se llena de emoción, alegría y gratitud al contemplar su majestuosidad y desde mi corazón le doy la bienvenida al nuevo día. También me gusta pasear por la playa cerca del mar en un estado meditativo en el que me lleno de tranquilidad y acabo bañándome, nadando un ratito y sumergiendo mi cabeza bajo el agua con los ojos abiertos, de esta manera salgo del agua renovada y regenerada con una sensación de limpieza interna y externa.
Como conclusión quiero decir que el estado de silencio me lleva a estar en el momento presente y a sentirme muy plena, tranquila, en paz y conectada con mi ser interior que es juguetón, alegre, divertido, amoroso y tranquilo.
20 de enero de 2025
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