Hace unos años tuve que experimentar en mi propia piel la importancia de aceptar.
No me había imaginado nunca que me tuviera que enfrentar con la enfermedad de Alzheimer que sufrió la persona más cercana a mí, mi madre. Siempre había mirado esta enfermedad de lejos, aunque si sabía que era muy dura para el que la sufre y para los familiares cercanos.
A pesar de ello, cuando mi madre fue diagnosticada con la enfermedad de Alzheimer, como cuidadora principal, me puse a buscar soluciones para que mi madre estuviera bien atendida y fuera feliz, y poco a poco lo fui consiguiendo.
No fue fácil aceptar la nueva situación, pero estaba dispuesta a lograrlo; confiaba en mí y en que le quería ofrecer lo mejor a ella para que fuera feliz, por lo cual me olvidé de mi misma y me enfoqué en resolver cualquier tema relacionado con mi madre.
Este hecho hizo que mi mente estuviera siempre enfocada en buscar soluciones y no en sentir que era muy desgraciada y en que era injusto que mi madre sufriera esta enfermedad porque no podía dejar de pensar en cómo era antes: llena de energía, alegre, activa …, y ahora se trataba de una persona desorientada, con la mirada perdida y que se la tenía que guiar continuamente. A pesar de ello, no me ocupaba la mente la situación en que se encontraba mí madre, sino al contrario, solo me motivaba el deseo de conseguir su bienestar.
Ahora, lo miro desde la distancia y veo que mi actitud estaba llena de generosidad no calculada, ya que salía de mi corazón y esta actitud me llevó a aceptar totalmente la situación y a enfocarme en el noble objetivo de lograr el bienestar y la felicidad de mi madre, y a medida que lo iba alcanzando, yo también era cada vez más feliz. Este fue el gran regalo que obtuve sin esperarlo.
También llegué a la conclusión que esta aceptación de la situación surgía de una aceptación de mi misma que me hacía sentir una gran confianza interna en que podría resolver esta circunstancia de la mejor manera.
Este razonamiento me hizo pensar que la verdadera aceptación no puede salir de una fría reflexión mental sobre lo que se tiene que hacer, sino que debe salir de nuestro corazón, ya que el corazón es el gran sabio, que nos guía por el buen camino, y que nos permite que tomemos buenas y generosas decisiones pensando en los demás y olvidándonos de nosotros. Se trata de un olvidarse lleno de amor y confianza hacia nosotros mismos, donde el miedo y la inseguridad personal están descartados, y que sin proponérnoslo nos lleva a que nos sintamos satisfechos por haber cumplido con nuestro deber, no por obligación sino por amor.
La palabra aceptar, en el diccionario de la Lengua se define, entre otras cosas, como resignarse y, como podéis ver, no se trata de lo que estamos hablando, ya que resignarse significa aceptar una situación haciéndonos la víctima. Aquí hablamos de la palabra aceptar como la define Emilio Carrillo, escritor, economista y conferenciante, en el video de You Tube “Vivir en presencia” “la aceptación es fruto de la confianza- … – y cuando hablamos de confianza nos referimos a creer en nosotros mismos y, sobre todo, en creer que el universo nos proporcionará en cada momento lo que necesitamos”.
Aceptar requiere ser fuerte por dentro y tener la convicción de que cuando aceptamos cualquier situación difícil que nos pueda pasar en la vida soltamos la tensión que hemos acumulado y nos relajamos, es entonces cuando las dificultades con las que nos enfrentamos se suavizan y las podemos vivir con armonía y paz en nuestro interior, y es con esta actitud que estos mismos obstáculos se acaban convirtiendo en grandes regalos si sabemos ver que a partir de la situación dificultosa que atravesamos, hemos podido aprender alguna cosa que nos ha hecho mejores personas.