A mi amiga Carme se le había diagnosticado la enfermedad de Alzheimer hace unos seis años, pero los que estábamos cerca de ella hacía tiempo que veíamos que en algunos momentos tenia reacciones y comportamientos extraños; al principio se trataba de momentos puntuales y no le dábamos importancia pero poco a poco sus reacciones singulares eran cada vez más frecuentes. Su familia y las amigas estábamos preocupadas por ella ya que no quería ir al neurólogo para hacerse una prueba, hasta que finalmente su hermana y una amiga la convencieron e inmediatamente fue diagnosticada de esta enfermedad.
Al principio, cuando supimos el diagnóstico todo seguía igual porque Carme, a pesar que sabía que padecía esta enfermedad, no le daba importancia y hablaba de ello con naturalidad. Las amigas seguimos tratándola igual y hacíamos con ella las mismas actividades que acostumbrábamos a hacer antes. A ella y a mí, entre otras cosas que nos unían, nos encantaba la música clásica e íbamos a menudo, las dos solas o con otras amigas al Auditorio de Barcelona a disfrutar de los conciertos, a pesar que de manera paulatina y a medida que iba avanzando su deterioro neuronal, ella estaba más despistada y teníamos que estar más pendiente de ella. Carme era consciente de sus pérdidas cognitivas progresivas y más de una vez nos había dado las gracias porque la llevábamos al Auditorio porque ella lo valoraba mucho ya que adoraba la música.
En aquel entonces vivía en su casa sola y tenía una cuidadora que se ocupaba de ella y la llevaba al centro de día que estaba cerca de su casa. Se adaptó muy bien al centro y enseguida hizo amigos a los cuales ayudaba si lo necesitaban, ya que Carme era una muy buena persona que le gustaba ayudar. A sus amigas, cuando lo necesitábamos, siempre la encontramos echándonos una mano. Esta debe ser la razón por la que tenía tantas amigas que la queríamos y cada una de nosotras, a nuestra manera, hemos estado pendientes de ella hasta el final.
Llegó un momento que ya no podía vivir sola en su casa y su hermana le buscó una residencia donde al principio estuvo bien porque estaba al lado de su casa, cerca de la Rambla del Poble Nou todas las que íbamos a visitarla la llevábamos a pasear por la Rambla i llegábamos hasta el mar y ella era muy feliz porque se encontraba a sus vecinos del barrio con los que le encantaba pararse y charlar.
El año 2020, en tiempos de la pandemia, fue un momento de inflexión para ella, ya que no pudimos visitarla ni las amigas ni la familia y esta última solo podía interactuar con ella a través de Zoom. Carme se volvió muy agresiva para con sus compañeros y cuidadores de la residencia porque supongo que no entendía que no la visitaran ni los amigos ni la familia. Cuando ya se la pudo visitar de nuevo y podíamos sacarla de la residencia como antes, Carme era una persona muy diferente, ya que no nos conocía y prácticamente no podía andar y muy pronto tubo que moverse con la silla de ruedas. Esta situación es un ejemplo que nos hace comprender la importancia de estimular a estos enfermos para ayudarles a retrasar su deterioro físico y mental.
Estos últimos años ha vivido en una residencia donde ha estado muy bien. A mí, me gustaba visitarla de vez en cuando a pesar que ella no me conocía, aunque los enfermos de Alzheimer nunca pierden la memoria del amor. Cuando iba procuraba mostrarle mi afecto con mis palabras, caricias y un bombón, lo cual ella agradecía con alguna frase corta o con una sonrisa, a pesar de que no sabía quién era y casi no hablaba y, si hablaba no la entendía.
Estoy contenta porque fui a visitarla un mes antes de su marcha y para mi sorpresa el día que la visité estaba muy despierta y me estuvo hablando todo el tiempo, a pesar que no la entendía, se la veía contenta y nos lo pasamos muy bien; ella hablaba de lo suyo y yo le seguía la corriente intentando dialogar con ella; a pesar de que era un diálogo incoherente era divertido. Al final de la visita, antes de llevarla el comedor, entendí perfectamente que me decía, mientras la iba acariciando: “eres muy maja”. Ahora me doy cuenta que este día fue nuestra despedida y estoy agradecida por haber tenido esta oportunidad.
Murió de repente durante la noche. La ceremonia de despedida fue sencilla y muy auténtica. Allí estábamos los amigos, amigas y familiares que la hemos acompañado en esta vida. Se respiraba mucha paz y mucho amor y la ceremonia fue preciosa. Me imaginaba que Carme estaba muy contenta allí donde estuviera ahora. Era como si todos los asistentes le devolviéramos el afecto que ella nos había dado durante la vida.
Carme, gracias por todo, que seas muy feliz, te lo mereces de todo corazón.
20 de marzo de 2024
Molt ben explicat Carme! Gràcies!
Moltes gràcies Carme per aquest escrit tant bonic