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La abuela María pierde la memoria

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Érase una vez que había una familia que se querían mucho entre ellos, aunque no les gustaba expresarlo dándose besos y abrazándose.

Un día la abuela María se empezó a desorientar, se dejaba la compra en la parada del mercado y no lo recordaba, no sabía dónde guardaba el dinero, su hija quedaba con ella en un lugar determinado de la parada del metro para ir de compras y ella esperaba en otro lugar etc.

Sus nietos se relacionaban con ella con mucha ternura y le recordaban algunas cosas y los biznietos que la llamaban “la iaia velleta” (que significa “la abuela viejita”), se relacionaban con ella con mucho amor.

La abuela María en algunos momentos era consciente de su desorientación y pérdida de memoria, entonces intentaba disimularlo. Era una época que algunas veces había agredido verbalmente, sin ningún motivo, a algunas persones cercanas, supongo que esta reacción podría ser consecuencia de su propia frustración.

Poco a poco la situación de María se fue deteriorando cada vez más. A medida que esto pasaba, su carácter era cada vez más infantil y a la vez se fue calmando y expresándose de manera más dulce. A los adultos que la acompañábamos nos producía mucha ternura y teníamos ganas de protegerla.

Su familia y las cuidadoras disfrutábamos de ella si nos poníamos a su nivel y respondíamos a sus intereses, como podía ser: las muestras de amor, las caricias, las palabras amables, si la reconocíamos cuando valorábamos como acertaba pasar una pelota por un aro grande, caminar, valorarle una afirmación que hacía con mucha seguridad aunque no entendiésemos lo que estaba diciendo, seguirle la corriente etc. Todas estas reacciones hacia ella llenas de amor, la hacían muy feliz y aumentaban su autoestima.

A María le gustaba mucho que jugásemos con ella a juegos que ella conocía porque había jugado con sus hijos cuando eran pequeños, los disfrutaba mucho y al acabar de jugar levantaba las manos en señal que quería seguir jugando.

También le gustaba mucho escuchar música tranquila y relajante. Cuando la escuchaba se podía observar cómo se iba tranquilizando más y más. También le gustaba escuchar la música popular de la que había disfrutado en su infancia y juventud.

María siempre había sido muy presumida y, le gustaba cuando, en la residencia donde estaba, su cuidadora la vestía cada mañana; ella se miraba al espejo y le dada las gracias: “lo has hecho muy bien, bonita”.

El tiempo iba pasando y María iba perdiendo su expresión tan vivaz, ya no tenía fuerza, dormía mucho más y a menudo tenía una mirada perdida que se revitalizaba cuando algún familiar o cuidador le expresaba todo su amor de manera intensa, abrazándola, tocándola, acariciándola y diciéndole que la quería. Ella seguía tomando las medicinas que el médico le prescribía para su enfermedad, pero las medicinas del afecto eran las mejores que ella podía tomar, y ¡que baratas que son!

Cada día cuando su hija la visitaba y le expresaba todas las muestras de afecto posibles, ella era feliz y sus ojos volvían a brillar. Parecía un milagro.

Un día María le dijo a su hija: “¿tú eres aquella que me quiere mucho?, ¡qué emoción más grande!, había olvidado su nombre, no sabía que era su hija, pero no había olvidado que la quería mucho.

Este es el gran prodigio de la enfermedad de Alzheimer, solo se recuerda lo que es más importante en esta vida: el amor.

Como decía F. de Saint Exupery en el libro El pequeño príncipe:” lo más importante no es visible a nuestros ojos”

Enseñanza

Los enfermos de Alzheimer reciben de manera intacta todas las señales de amor, las reconocen y las aprecian, ya no les interesan los bienes materiales, la posición, el prestigio, las grandes frases intelectuales etc.

Al cuidar a María, sus familiares se fueron transformando y experimentaron la importancia de expresarse abiertamente los sentimientos de amor entre ellos.

Por todo ello siento profundamente que cuando estamos cerca de los enfermos de Alzheimer y tenemos el privilegio de cuidarlos y expresarles nuestro amor, son un gran regalo y gracias a ellos aprendemos una gran enseñanza que nos hace más sabios.

Carme Aràjol Tor

20-09-2021

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