Estamos ahora a la mitad de la temporada invernal, esta época del año en la que parece que la naturaleza reduce su ritmo de crecimiento debido al frio y también a que los días son más cortos por lo cual hay menos luz y las temperaturas acostumbran a ser más bajas. Las plantas parecen aletargadas, la mayoría de las que florecen esperan hacerlo un poco más adelante cuando la temperatura empieza a ser más alta y el sol sale con más fuerza y nos acompaña durante más horas.
El invierno es un tiempo en que la naturaleza parece que va hacia adentro para llenarse de energía y así cuando llegue el tiempo primaveral en que el ímpetu energético llena de fuerza a todos los seres vivos, animales, humanos y plantas, todos empiecen a dinamizarse. Hay algunos animales que en invierno están escondidos en su madriguera como los osos, los reptiles u otros.
El ser humano baja su actividad energética, aunque cada persona lo hace a su manera dependiendo de su forma de ser y actuar. Mi madre, enferma de Alzheimer, en sus últimos años de vida tenía una forma de actuar en invierno muy curiosa, prácticamente no hablaba y pasaba una gran parte del día durmiendo y cuando llegaba el buen tiempo se despertaba y empezaba a hablar y a interactuar con todos de manera alegre y dinámica, en su caso, estaba muy claro que a ella la temporada hibernal le inspiraba a ir hacia dentro y a moverse lo menos posible, estaba hibernando.
Esta introspección que inspira el invierno es una buena metáfora para las personas que buscan conocerse más a sí mismas o que buscan avanzar en su camino espiritual, ya que la única manera de progresar en ambos casos es yendo hacia adentro de uno mismo y buscando en nuestro interior, de manera honesta y humilde, respuestas y aspectos que no nos gustan de nosotros mismos y que debemos mejorar para seguir avanzando u otras que si nos gustan. Cuando conseguimos hacerlo es muy bueno para nosotros porque hemos limpiado aspectos oscuros del camino y caminamos más ligeros.
A mí, me gusta observar mi comportamiento ante las diferentes situaciones por las que atravieso; me gusta analizarlas y ver si mi actitud, pensamiento o comportamiento ha sido correcto o no; Intento ser honesta, que no significa que siempre lo consiga. Una de las cosas que observo con mayor atención es si mi actitud ha estado dirigida por mi ego, que quiere reconocimiento o si he sido genuinamente honesta y humilde. Hace unos años, mi maestra de meditación de aquel entonces me hizo reflexionar sobre ello. Ella estaba hablando con un niño y le preguntaba algo a lo que el niño le respondía “no sé”, y ella dijo “así es, esta es la respuesta correcta”. Yo que estaba observando la escena me quedé pensando en su respuesta, porque sentí que lo que había dicho también me servía para mi reflexión, ya que esta respuesta me la podía aplicar a mí misma. Estuve mucho tiempo dándole vueltas hasta que un día leyendo una frase de unas escrituras de la india que decía: “el que cree que sabe, no sabe, y el que cree que no sabe, sabe”. Este día lo entendí todo; lo que yo interpreté fue que cuando estamos muy seguros de nuestras actuaciones y conocimientos, sin vacilar ni cuestionarnos nada, es muy posible que nos estemos dejando llevar por nuestro ego, en cambio, si nos abrimos a la posibilidad que otros puedan dar otras respuestas diferentes para enriquecer la nuestra o cambiarla, lo hacemos desde nuestra parte humilde en la que queremos aportar el mejor punto de vista, sea el nuestro o el de otro y no buscamos el protagonismo ni ser los mejores.
Como conclusión quiero deciros que es hermoso que la tierra se retraiga en invierno y vaya hacia a dentro para poder dar lo mejor de sí cuando llega la primavera. Y el ser humano que practica la introspección y va a menudo hacia su interior, lo que le pasa es que sale de dentro suyo lo mejor de sí mismo que puede aportar al mundo que le rodea y de esta manera muchos se benefician de ello.
20 de febrero de 2024