El 21 de este mes de septiembre se celebra el Día Mundial de la Enfermedad de Alzheimer; quiero aprovechar este evento para hacer unas reflexiones sobre los sentimientos y emociones que me han provocado el hecho de ocuparme de mi madre, enferma de Alzheimer; los he nombrado por orden desde los más insatisfactorios a los más esperanzadores. Este orden ha surgido porque a medida que he ido superando las diversas etapas de la enfermedad por las que atravesó mi madre, he ido aprendiendo cosas que me han servido para evolucionar como persona y también me han ayudado a sentirme más en paz y contenta conmigo misma. Los sentimientos y emociones que me ha provocado son los siguientes:
- Inseguridad e impotencia, cuando el neurólogo le diagnostica la enfermedad y no sé por don de empezar a organizarme ante la nueva situación para que esté bien atendida y sea feliz.
- Tristeza, cuando de pronto me doy cuenta que mi madre ya no es la que era.
- No aceptar, no acepto la nueva situación, a pesar que me quiero convencer a mí misma que si la acepto.
- Enfado, me enojo ante algunas de sus reacciones, ya que aunque sé que está enferma, ante una reacción suya incoherente y repetitiva, la riño.
- Culpa, me siento mal por haberla reñido.
- Acepto a mi madre y su enfermedad tal y como es, después de todo el proceso de sufrimiento ante los seis sentimientos anteriores que me ha provocado la situación, finalmente he empezado a sentir empatía por ella, la entiendo y la acepto de corazón.
- Dulzura, ante sus reacciones tan ingenuas, incoherentes e infantiles.
- Caricias, cuando la acaricio ella me lo devuelve con una sonrisa y una mirada de mucho amor.
- Afecto, he aprendido a quererla más profundamente y de manera más genuina.
- Observación, he aumentado mi capacidad de observarla, ya que al principio siempre tenía prisa y no me paraba a mirar lo que ella quería o necesitaba. Ahora soy capaz de parar e interpretar lo que me quiere decir con su lenguaje corporal.
- Escuchar, he agudizado mi capacidad de escucha a partir de sus expresiones que me ayudan a saber lo que quiere y que no sabe expresar con palabras.
- Paciencia, he aprendido a ser paciente con ella, ya que tiene otro ritmo al que me he tenido que adaptar.
- Seguirle la corriente, porque ella vive en otro mundo que para ella es real. Le encanta que escuche sus discursos incoherentes, que hacen que se llene de orgullo y dignidad. Me tomo sus relatos llenos de fantasía como reales porque me contagia su inocencia.
- Jugar, ella se comporta como una niña y cuando jugamos es muy feliz.
- Alegría, cada vez siento más alegría cuando estoy disfrutando de su compañía.
- Paz, mi corazón está en paz cuando me ocupo de ella y también cuando la recuerdo ahora que ya no está.
Te quiero Quimeta y te tengo presente allí donde estés.
20 de septiembre de 2023