A medida que la enfermedad va avanzando, el comportamiento de los enfermos de Alzheimer es más infantil ya que les gusta jugar y también, muchas veces, nombran a los familiares cuidadores como “padre o madre”, cuando muchas veces se trata de un hijo o algún otro familiar; supongo que se sienten como niños que necesitan que un adulto los cuide y los proteja y la persona que está cerca de ellos, acariciándolos, hablándoles con afecto o cuidándolos, consideran que son sus protectores y por esta razón los nombran de esta manera.
Cuando mi madre vivía en la residencia, una compañera suya llamada Pilar y que padecía demencia senil, le encantaba hablar con mi madre a pesar de que mi madre no era muy consciente de lo que pasaba a su alrededor. También le encantaba hablar conmigo para explicarme sus aventuras con mi madre que solo estaban en su imaginación. En una ocasión me dijo muy contenta y emocionada: “¿sabes? Tu madre y yo jugamos cada día y nos lo pasamos muy bien”, y continuó diciendo “mañana la voy a llevar a jugar al rio”, mientras me lo explicaba estaba muy emocionada, entonces le dije: “qué bien!!!, si la llevas al rio, podéis llevaros una pelota para jugar”, estuvo muy contenta explicándome esta aventura.
Así son estos enfermos, su imaginación va volando y de esta manera son felices. Con su actitud aprendí que es mejor no llevarles la contraria, ya que para ellos lo que me explican es muy real y si los llevamos a nuestro mundo se decepcionan porque se sienten no valorados y les baja su autoestima.
Un juego que descubrió mi madre con el cual se pasaba mucho rato jugando fue contar sus dedos, pasaba horas y horas haciéndolo, era uno de sus actividades preferidas, contaba: uno, dos, tres —- hasta cincuenta o cien, o bien: diez, veinte, treinta –, lo hacía alzando mucho la voz, por lo cual todos sus compañeros se enteraban. Mientras jugaba, ella se sentía muy útil y segura de sí misma y su autoestima subía porque sus compañeros estaban sorprendidos y admiraban la capacidad de mi madre para contar y decían: “Quimeta cuenta muy bien, es muy inteligente, debe haber tenido un trabajo muy importante …”
Otra señora de la residencia enferma de Alzheimer le gustaban mucho los niños y su familia le regaló una muñeca que ella trataba como si fuera su hijita, la besaba, la abrazaba, la paseaba, le cambiaba los pañales, la alimentaba, etc., se comportaba como la cuidadora perfecta de su hija, y de esta manera era muy feliz.
A menudo, cuando visitaba a mi madre a la residencia jugábamos a un juego que ella jugaba conmigo y con mis hermanos cuando éramos pequeños, que consistía en que le cogía sus manos con las mías y las movía arriba y abajo mientras cantaba en catalán:
“arri arri burriquet, de la Seu a Martinet, portarem un formatget, per dinar… per sopar i per a la Quimeta sí n’hi haurà”
Mi madre estaba muy contenta subiendo y bajando las manos mientras yo cantaba y cuando acababa estaba muy emocionada y seguía subiendo y bajando las manos para que volviera a cantar con ella la canción. Así pasábamos un rato de mucha alegría.
Así son estos enfermos, llega un momento que el mundo real en que vivimos no les interesa porque ya no pertenecen a él. Ellos viven en su mundo en el que ya no tienen preocupaciones por las situaciones materiales y de responsabilidades cotidianas y solo quieren disfrutar del momento presente y ser felices.
En este sentido estos enfermos nos dan una gran lección porque ellos cuando juegan están totalmente enfocados en el momento presente y lo disfrutan; en cambio, los adultos siempre estamos ocupados y llenos de responsabilidades y nos cuesta mucho vivir el momento presente ya que cuando hacemos alguna tarea nuestra mente acostumbra a estar pensando en la siguiente.
Cuando somos capaces de enfocarnos en una actividad totalmente, tenemos la mente más tranquila y en paz y disfrutamos mucho más de la tarea que estamos realizando.
20 de enero de 2024